martes, 9 de noviembre de 2010

Neon Indian - Psychic Chasms


Neon Indian
Psychic Chasms
[Lefse, 2009]
9.6

Los casi 80 minutos que el CD pueden proveer a músicos y escuchas desde mediados de los 80’s pueden verse como una bendición o un castigo de los dioses. Si bien nadie cometería el atrevimiento de levantar la voz en contra de la posibilidad de reunir en el mismo espacio los 27 #1 de The Beatles o todos los temas de Blonde on Blonde no hay duda que el formato no ha estado libre de excesos. Si ahora las reediciones de viejos clásicos se engalana con bonus tracks, tomas alternas o versiones en vivo, es porque en su momento productores y músicos tenían que descartar su material más débil, dejando, o al menos eso queremos suponer, lo mejor de su trabajo en el tracklist final. Duplicar el espacio disponible permitió a los artistas incluir todo, lo sublime y lo mediocre, lo fuerte y lo débil, lo mágico y lo aburrido. Así la industria comenzó a cavar su tumba. No sólo el formato podía copiarse en casa, sino que ahora exigía mayores cantidades de tiempo para consumir el producto. Y llego la autoindulgencia, y de pronto los solos de guitarra de 20 minutos podían dar paso a uno de batería de 15 y improvisaciones de 30. Los músicos habían hallado la tierra prometida, los virtuosos podían dar rienda suelto a su onanismo, pero ¿y el público? Nunca faltaran los masoquistas, los obsesivos del sonido y los geeks que pasan el fin de semana en casa, pero ¿y el público de a pie, el que solo tiene un par de horas para hallar en la música un solaz breve pero consistente de la vida cotidiana?

Por eso se agradece que Psychic Chasm, el LP debut de Neon Indian, el brainchild de Alan Palomo; dure poco más de media hora. También se agradece su sonido que, irónicamente, resulta refrescante, echando mano de elementos retros, provenientes del corazón mismo de los 80’s, del synth pop y, porqué no, sonidos que nos transportan a un juego de atari. Y si el sonido parece gastado, es porque intenta con éxito recordarnos lo que era escuchar un casete, gastado hasta sus límites, envolviéndonos en una nostalgia kitsch, un tanto condescendiente, siempre romántica y dulce. Larga vida a décadas pasadas, a las distorsionadas voces infantiles que parecen salir de una película de adolescentes sexosos que quieren colarse a ver una película porno, a los viajes de ácido fuera de tiempo y lugar en una fiesta de XV, que sobretodo, terminan siempre a tiempo, como los breves romances que no se ensucian con la rutina.

Standout Track: Deadbeat Summer

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