martes, 5 de octubre de 2010

Nostalgias rezagadas (II)

Me dan ganas de salir a buscarte. Pero no le temo tanto al no encontrarte o al que no me dejen verte, como el que tú no quieras verme. Ahora sólo puedo limitarme a imaginar como estarás, y donde, y con quien. Tal vez sea mejor así. No tan doloroso. Escucho a Ximena (Sariñana) y recuerdo que a los dos nos gustaba. O al menos tú fingias muy bien. Buscar en la ciudad... El D.F. jamás me pareció tan frío, tan desolado, tan cruel. Me torturan sus calles llenas de posibles recuerdos. Lo que me duele ahora no es tanto el sentirme apabullado por recuerdos que me aten a tu lado, sino el no tener los suficientes. Pudimos haber ido a... Te hubiera dedicado esta canción... en ese momento cuando... y tú tan cerca... y tu vientre tan pálido, tan suave y firme a la vez... y tu voz incitandome a actuar, a acercar la cabeza y morder los contornos de tu ombligo... y como temblabas alrededor de la medianoche cuando soplaba suavemente en tu oído y como el miedo y el recato y la culpa y la falta de autoestima te llevaban a levantarte incómoda y nerviosa... tan llena de deseos que no podías ni contener ni desahogar ni satisfacer ni explicar...

Me muero de miedo cada noche, y despierto reconstruido por la ira. Y al mediodía no sé que hacer. Si salir a gritar tu nombre, con la esperanza de que tus oíos aún no estén sordos a mi súplica, o si hundirme en el fango y quedarme quieto callado asfixiado muerto.

Miedo de no volver a sentir. Miedo de que la ciudad te trague, que te quite el dulce encanto de la cara. Miedo de los dedos que ahora pueden explorar tu piel. Descubrirla. Miedo de la desnudez de tu cuerpo en una habitación que no es la mía. Miedo, y celos, y los brazos de muñeca rota que me hacen escribir. Y todo lo demás también.

Y la rabia, la ira. Por las mismas razones y otras tantas. Por no haber sabido reneterte, por no haber construido el paraíso que a susurros me pedías. Por no haber sido más fuerte, por no saber tragar mis palabras en favor de las caricias. Debí haber amado más, hablado menos, callado.

Lo peor radica en el placer de la condena. Es pasión, delirio... Y la pena. La sensualidad de tenerte cerca, y el inminente cosquilleo que siento en la entrepierna cuando te recuerdo y cuando te imagino y cuando indago en tu pasado y cuando te desprecio por lo ordinario de tu aspecto y cuando siento celos de hombres imaginarios que te hablan al oído y que pagan la cuenta en algún restaurante (espantosamente decorado, de eso no me cabe duda) y que fingen ser fans de Kudai para llevarte a la cama. Y lloro al darme cuenta de que lo que necesitabas no era mi amor sincero y politicamente incorrecto, ni mis arranques de pasión que no sabían de tiempo, ni lugar; ni mis poemas vicerales que dejabas perdidos en la oscuridad de tu mala memoria, ni mis deseos de verte convertido en un ángel de alas resplandecientes, ni mis intenciones de llevarte bailando al final del amor. No. No necesitabas eso. No lo necesitas. No lo necesitarás. Necesitas un engaño barato y una solución temporal. Necesitas un amor de dos semanas, un affair sin importancia, alguien con quien ir al cine todos los viernes, con quien tararear la canción que acabas de escuchar en Telehit.

Yo buscaba la eternidad a tu lado, tú solo buscabas como pasar el rato y no sentirte tan sola.

(Aquella situación se parecía tanto a la actual. Aquella vez todo se veía oscuro,y todo terminó por resolverse satisfactoriamente. Espero que ahora pase lo mismo... por lo menos ahora estamos en la misma ciudad...)

Nostalgias rezagadas (I)

Y llegas a casa con una docena de Jack Daniel's encima. Y te echas sobre la cama, y prendes el televisor, y presionas mute, y de los audifonos del IPod sale la voz de la Pastori haciendo que el dolor que traes de meses atrás en el pecho se aligere hasta el punto de comenzar a flotar como una nube que primero es negra, después gris y que al final de la jornada, más o menos a las seís de la mañana, será una ligero velo azul que irá de un lado a otro de la habitación flotando al ras del techo.

Esa voz te trae recuerdos. Esa voz te traslada a un lugar en el que nunca has estado, y al que, sin embargo, sientes que pertenece todo tu cuerpo, todo el vacío de tu pecho, tus premoniciones y deseos, tus remebranzas y recuerdos. Ese sitio está allí, al final del pasillo, pero estás ciego y un poquito ebrio y te quedas sobre la cama, mirando la nube cada vez más cerca de tu frente, cada vez más suave, más carnal, mas endeble.

Y esa voz gitana y trashumante te sigue en tu recorrido por la nada debajo de tu cama. Pasas por aquí y por allá, y la penumbra se disipa mientras tus manos acarician con ternura la piel que tu memoria se ha inventado. Sabes bien que ella no es como la recuerdas, sabes perfectamente que no ganaría un certamen de belleza, que sus carnes no son firmes y que su mirada es escueta, pero te intriga escuchar de nuevo su voz y descubrir si el comer tres veces al día ha hecho etragos en sus ya de por si maltrecha figura.

Te preguntas, no sin preocupación, rabia y ternura, si vomita más o menos que antes; si su cabello tiene aún las puntas abiertas o si su lunar, como un insecto que intenta devorar su nariz, sigue quieto en mitad de los ojos, esperando paciente a que un invasor se acerque para ahuyentarlo con lo grotesco de su apariencia.

El lunar después de todo es tu complice. Es que el que habrá de combatir a los posibles invasores, el que resguardara el endeble castillo de la pureza. ¿Irá ella supliando por amor como antes? ¿Porqué si es tan fácil como has concluido te ha costado mas de un mes darle un beso francés y revolotear tu lengau dentro de su boca? ¿Porqué a ti no te ha dicho que vivía en el edificio de allá, allí donde está el número seís [6]? ¿Porqué no ha intentado besarte en el mismo momento que te ha conocido? ¿Porque? Tal vez sea una virgen que juega a ser puta cuando el calor de su entrepierna la nubla la vista, o tal vez una puta que juega a ser virgen cuando el fajar con cualquiera le ha asqueado y quiere sentir por primera vez lo que se siente ser tocada con amor, con dulzura y destreza.

Ah, tal vez no sea nadie. Tal vez haya sido un espejismo, que ahora es doloroso porque ha durado muy poco, o quizás demasiado.

Escucha otra vez Burbujas de Amor, la versión de Niña Pastori, por supuesto, deja de pensar y quedate dormido Rubén, que te hace falta.

(Esto lo escribi hace casi un año. Lo triste es que muy poco ha cambiado. Sigo sumergido en el mismo charco de mierda.)