martes, 24 de mayo de 2011

Death of the Album


Soy uno de los pocos que sigue comprando discos, y lo seguiré haciendo en cuanto me sea humanamente posible. Aunque reconozco que soy más afecto a escuchar canciones sueltas, en completo desorden a través de playlist en mi Ipod o en iTunes, también confieso que no hay nada que me llene más, musicalmente hablando, que tener un buen disco entre las manos. Jamás sompraré un disco o un canción en formato digital, creo que me sentiría ultrajado. Llámenme anticuado pero pagar por algo que no podrá estar entre mis manos me parece un castillo en el aire.

Los discos tienen un lugar privilegiado entre mis pertenencias. Es de las pocas cosas que trato con un orden excesivo. Los ordeno por orden alfabético, por tipo de presentación (estuche sencillo de plático, caja de cartón, box.set, etc) y a veces por géneros. Re-clasificarlos es uno de mis placeres primarios y una forma infalible para superar cualquier depresión. Algo parecido me pasa con los DVD's y blu-rays, creo que nunca haré una renta en internet, por las mismas razones que nunca haré una compra en iTunes, al menos no de música.

La industria está en crisis es cierto, pero habemos muchos fanáticos del plástico, las buenas portadas y las ediciones especiales (llamese collector's, deluxe o special editions) que nunca renunciaremos a los placeres hedonistas de tener entre nuestras manos maravillas como una edición de algún clásico europeo de The Criterion Collection, algún box-set de Rhino o alguna reedicion en vinil de The Smiths. Mientras unos cuantos miles sigamos fieles a estos principios no todo estará perdido.

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