viernes, 13 de mayo de 2011

Varsovia/Warsaw

Entonces ella corrió a su encuentro. Desde el gótico altar vigilado por dos perros congelados en granito, a través de las pipas del órgano y del resplandor de las velas, pudo reconocer su aliento. el choque directo con la nostalgia hizo estragos en su piel. de pronto ya no era la joven de rollizas mejillas y senos turgentes, ahora era un espectro de cuyos delgados huesos colgaban trozos de piel asemejando una tela gastada, con manchas de humedad y rasgaduras que dejaban entrever las vísceras de arena.

La música seguía, desde Varsovia y sus catacumbas, anunciando que todo seguía igual. Que él aún estaba lejos, escondido en su caverna, masticando carne cruda y escupiendo en el espejo del lago congelado. Tratando de recordar su voz: es un reflejo involuntario. Ahora habla otras lenguas, el frío rocío de la mañana le entrega las noticias necesarias y todo oración encuentra eco en sus oídos.

Ella ronda por la iglesia. Se confunde a veces con el aullar de los perros. Se pierde en el vaho de los cristales. Es el oxido enmarcando las ventanas. Mastica vidrio y lo escupe al cielo, esperando en vano que él interprete el brillo de millones de pedazos fulgurantes, confundidos con estrellas. Él camina siempre con la cabeza gacha, preocupado sólo por seguir el rastro de sus propias huellas.

No volverán a verse.

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