domingo, 15 de mayo de 2011

Lust for Life


Llevo poco menos de una década obsesionado con el sexo. No me malentiendan: el que me obsesione no signifique que lo practique con regularidad alarmante. Si hubiera hecho todo lo que dicen que he hecho mi biografía sería mucho más interesante. Aún así estoy convencido que el sexo mueve al mundo. Con su intrincada red de intercambios, con su capacidad para lograr que hombres y mujeres olviden lo aprendido en pos de la satisfacción. Es en el sexo en donde mejor aplica eso de que "el hombres es el único animal que tropieza varias veces con la misma pierda". Es el sexo el origen de la tragedia, la hoguera de todos los vicios, el eje de la pasión. Freudianos, lacanianos, existencialistas y cualquier pendejo puede entenderlo. Lo que pasa allá abajo siempre termina por afectar lo que sucede aquí arriba. Es la entrepierna que toma el poder del cuerpo entero, como el culo parlante de The Naked Lunch de Burroughs. Todo empieza con una excreción lubricante, prácticamente imperceptible, y termina en tragedias de dimensiones griegas dantescas y balzacquianas.

Regreso poco después de las cuatro, a esa hora que como Sabina dice son ambiguas al "mezclar al borracho y al madrugador". Más cercano a esta última categoría me siento ante el ordenador a escupir unas cuantas especulaciones. Lo único que pude recordar con claridad, de esta noche neón y música plástica, son un par de piernas. Siempre me han obsesionado las piernas. Es lo primero que mi mirada busca cuando una mujer se acerca. Por eso mi libido ama la primavera, me valen madre las explicaciones del apareamiento y la biología: me gusta la primavera porque las mujeres enseñan las piernas. Es básico brutal y simple.

Recuerdo esas piernas con una claridad que me abruma. Mi mente viaja chocando como una mosca contra los cristales. Por un lado el origen de la imagen, por otro lado el posible destino de la misma. Fantaseo, sufro en ansiosa lujuria, arruino mi noche al mismo tiempo que la extiendo. It's the lust for life. Por algo en inglés lust significa lo mismo lujuria que ambición. El calor de ese par que sólo alcanzo a imaginar me vuelve ambicioso. Sería capaz de cruzar media ciudad corriendo o arrastrándome sobre mis manos, capaz de beber botellas enteras de cognac o inhalar medio kilo de coca. Busco en el diccionario, "fantasizing bout one's desire, usually in a sexual way", that's lust. La sola descripción dispara un impulso nervioso que recorre mi espalda y me incendia las manos.

Uno habla usualmente de lo que mejor conoce. También de lo que más disfruta. Conozco y disfruto el sexo porque está más cerca del fuego que del agua, del desorden que del equilibrio, de lo primitivo que de lo civilizado, de lo espontáneo que de lo planeado. El sexo se pudre cuando se planea, se muere cuando se calendariza, se consume cuando se legaliza. el sexo se practica, no se debe practicar, no hay-que-practicarlo; no es necesario, como las mejores cosas de la vida. el sexo no crea, destruye, es un fuerza violenta, desgastante. Desordena almas y vidas, es sucio y extremo, siempre. Es una invasión, la más intensa de las mentiras. Te deja sin aliento, sin fuerza, cercano a la muerte. Es el suicidio más lento, el más placentero.

Todo lo que provocan unas piernas. Llevo ya veinte minutos soltando frases sueltas, incoherentes e indiscretas, sobre un tema del que se habla siempre demasiado, nunca lo suficiente. El exceso es el punto. Quemar las naves, dejar caer el equipaje sin la velocidad nos resta. Dejarlo todo atrás y ser cautivos voluntarios del fuego. Y estar siempre consciente de que todo es un juego, que somos alternadamente peones, torres, reyes y reínas. Que a veces somos indestructibles, amos todopoderosos y otras objetos que usan y desechan con premura. La prisa, mal necesario.

Es el eterno intercambio. Ella sabe lo que tiene, atrapa miradas, goza con la imagen de las flamas que levanta a cada paso. Y nosotros le ofrecemos nuestra estupidez babeante. nuestra urgencia delirante. Huimos y atacamos. Avanzamo un paso y retrocedemos dos. Nos mordemos los puños hasta que sangramos y entonces volvemos a ser humanos. Y buscamos su mirada con furia y súplica paralelas. Y ella nos evade con la frialdad que equilibra la puesta en escena. Mueve sus piernas con la sutilidad de un otoño congelado en ámbar y resina. Cada milímetro que su pierna derecha recorre sobre su pierna izquierda es un abismo, y gustosos caemos, tocamos fondo y nos elevamos de nievo. Es la fuerza de la imaginación apuntalada por la esperanza, En esto todo sentimiento termina involucrado.

Tal vez la próxima, nos autoconsolamos. Sabemos que en la ciudad en el país en el mundo hay más piernas que ese par cubierto de piel morena, que casi todas son lo mismo, que al final todas se sienten igual alrededor de nuestro cuerpo y que no hay nada de que preocuparse. Estúpidos. Es una noche perdida. La batalla no se ha librado y el puente y se ha quemado. Recurrimos entonces a todo tipo de pretextos y satisfechos vislumbramos las posibilidades de la próxima semana, conscientes de la posible derrota repetida. Todo siempre fuera de tiempo: demasiado tarde, demasiado pronto.

Pero, que nos sirva como solaz momentáneo y verbal: como dijo Woody Allen "el sexo es algo sucio... sólo si se hace bien". Amén.


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