miércoles, 16 de febrero de 2011

Temple de Acero [True Grit]


Temple de Acero [True Grit]
Dir. Joel and Ethan Coen
[Paramount, 2010]
9.0

La revisión de la historia es un fenómeno sencillamente explicable: uno se cansa de escuchar y ver lo mismo una y otra vez. Es por eso que los clásicos, lo héroes y los mitos van girando en una rueda que se adapta a cada circunstancia. En lo que ha cine se refiere la visión revisionista tiene más auge que nunca. Las películas de Hitchcock se analizan con cuidado excesivo, se prefiere a Godard por encima de Truffau. Cada toma de Welles es una maravilla, Raging Bull es quizás la mejor cinta de la historia. Es obvio: el paso del tiempo. Ahora la incorrección política de decir fuck cada cuarenta segundos es insignificante, la imagen del en-su-tiempo-infravalorado Welles no tiene paralelo en su romanticismo en la historia del cine y cuántas veces podemos ver El Padrino sin llegar a aburrirnos.
Por otro lado las ideas parecen agotadas. Debemos rogar, suplicar, por cintas originales, que traten temas frescos, que nos pongan en pantalla imágenes que no nos provoquen cierto deja-vu. El año pasado sólo tuvimos una, Red Social, y deberemos esperar a que críticos y público comiencen a procesar su impacto en la próxima década. En cambio, tuvimos al menos una docena de remakes, de los aceptables (Karate Kid) a los francamente funestos (Pesadilla en la Calle del Infierno) y el doble de secuelas. El cerebro de Hollywood ha perdido una neurona de más.
De vez en cuando claro, no todo está perdido, algún remake inteligente llega a la pantalla. True Grit es el caso. En un intento por filmar una versión mucho más fiel al libro de Charles Portis, y alejados a cuatro millas de la versión de 1969 (por la que, en una de tantas injusticias, John Wayne ganó el Oscar), los Hermanos Coen han realizado una película inteligente, aunque poco ambiciosa. Tal vez se un homenaje respetuoso al mas americano de los géneros. O quizás un intento por demostrarse a si mismo que pueden hacer buen cine ajenos a sus excentricidades y típico humor negro.
La historia es simple. Mattie (Hailee Steinfeld, que realmense te lleva la película entera) busca vengarse del asesino de su padre. Para lograrlo contrata al marshall Rooster Cogburn (Bridges), famoso por su actitud sanguinaria. Ambos emprenden la búsqueda de Tom Chaney (Josh Brolin) por territorio indio (¿o debo decir nativo americano? Nah, tonterías.). Y la historia del odd-couple que termina en amistad entrañable, uno de los más viejos clichés del cine, es puesta en marcha. Claro que el duo debe soportar/agradecer la interferencia/ayuda de LaBoeuf , un ranger de Texas que va tras el mismo objetivo.
Nada aquí es sorprendente. Simplemente está perfectamente ejecutado. Los tiroteos no son sangrientos, como podríamos haber esperado de los Coen. Y uno siempre sospecha lo que pasará en la siguiente escena. Pero, gracias a un guión competente y una sólida dirección la película se salva de la ignominia con gracia y estilo. Con otro director tras el timón todo esto hubiera sido más cursí: la niña no hubiera perdido el brazo y seguramente habría sido adoptada después, por el marshall ennoblecido por su cariño y coraje. Demos gracias entonces de que la hicieron los Coen.

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