viernes, 24 de septiembre de 2010

Catorce Segundos de Paz

He perdido el deseo sexual. El deseo sexual por otras mujeres. Ella sigue presente. Presente en mi libido. Presente en la punta del pene. Siempre lista para entrar, para hendir, para atacar, como la punta afilada de un espada. Get off of that bed, wash your face and hands. I just want some woman to do just what I say. Todos somos misóginos necesitados de vez en cuando. Yo ahora lo soy. Necesito al menos un beso de sus labios. Pero el orgullo, orgullo que ella comparte, me hace pensar:
“Si ella no necesita de mis besos…
…a chingar a su madre, porque he de necesitar yo de los suyos”
Pero sus labios son Oh tan rosas. Tan suaves. Tan breves. No el tipo de labios que quisieras que te hicieran una mamada en el coche. Más bien del tipo de labios que quieres que besen tus heridas después de un combate sangriento. Tipo de labios reconfortantes después de la batalla. De esos que cauterizan y cierran y detienen el fluir de la sangre. Es viernes y tengo ganas de una copa. Es viernes y quiero quitarme la ropa y echarme en la alberca y dejarme morir con un highball sobre una charolita plateada que flote entre los pétalos de buganvilia. Esas pinches flores siempre me han gustado. Tan comunes y tan corrientes. Cayendo sin prisa ni pretensiones entre los arbustos. Cuando era niño las cortaba todas/las reunía en una cubeta que después llenaba con agua. Era un aroma definitorio. Aún me persigue. Ella tiene ese aroma. Perfume de mi infancia. Llega ella. Oliendo a casa de mi abuela, allá en Tlaxcala. Oliendo a patio de preescolar donde a gatas organizamos carreras con cochecitos de plástico y metal. Oliendo a comida que no identifico, pero aun saboreo. Un sabor neutro, a nostalgia concentrada y tiempo. Tiene sabor el tiempo. Sabe a ella.
Estoy triste. Y por triste quiero decir encabronado. Y por encabronado quiero decir nostálgico. Y por nostálgico quiero decir enojado. Y por enojado quiero decir con resaca. Y por con resaca quiero decir con fuego en las manos. Y por con fuego en las manos quiero decir que la amo. Amor caprichoso. Ave de plumas escuetas, pero brillantes. Amo y señor de los sueños húmedos y de las pesadillas. Voz de los infiernos pintados con brillantina. Cáliz de néctar que quema nuestra garganta. Y nuestros zapatos desdentados. Y nuestros puños enraizados en las nubes rojas del delirio. Donde paseamos, donde dormimos rodando sobre la cama, como por pendientes inclinadas. Y toboganes, directo a nuestros intestinos enredados.
El amor es un síntoma. Un síntoma físico de un padecimiento peligroso. La locura.
Me creo y me destruyo. Me reconstruyo con el recuerdo fugaz del aroma de tus pechos. Tienes un lunar junto al pezón derecho. Tus pezones son rosas. Perfectos. Y estallan en el momento indicado. Cuando la ola de semen e impulsos nerviosos cubre tu virginidad aferrada. Íbamos a tener un hijo y en lugar de eso fuimos a dar a un limbo cubierto de plástico. Flores de plástico. Vasos de plástico. Rostros y voces de plástico que nos mostraban caminos sin terminar. Pinceladas equívocas en todos los muros.
No me mataste. Y por eso te odio. Quería morir por tu mano. Bajo el poder de tu puño infantil. Sentirme herido de muerte por tu ausencia. Pero todo paso a medias. Medio doloroso. Medio confuso. Medio aterrador. Ahora sólo lloré una vez. Y lloré, como lloran los hombres cuando mueren sus demonios. Como lloran los escritores cuando han dejado sin palabras sus propios epitafios.
Llore. Maricón de mí. Tú lo dijiste. (Me río de ti, pensarás, no has sacrificado nada. Siempre que escucho esa canción de Hello Seahorse, siento como si me la dedicaras)
Lloré. Reventaron mis pupilas. Inundé mundos enteros. Provoque diluvios espasmódicos. El diablo bebió mi llanto y embriagado le dio al mundo catorce segundos de paz. Lloré. Porque vi el video que tomé aquella ocasión que debido a la lluvia quedamos atrapados una tarde en el VIPs de la procu. Te vi. Perdí la razón, el momento. Y mi mano busco con desesperación la tonadita esa que suena cuando en “Hable con ella” Marco descubre que Alicia está viva. Te descubrí viva mi amor. Después de creerte muerta después de esa dolorosa pérdida que nos partió a la mitad y que abrió una zanja abismal entre tus pies y los míos.
Vi el video sólo tres veces. No caí en mis excesos habituales. Sequé mis lágrimas rojas, mire de frente a tus hijos perdidos en mi habitación. Y me arranque de un jalón todas las venas. Me supo a cobre la boca y me quede dormido un rato. Cuando desperté, a la mañana siguiente, mi cadáver había desaparecido.

(Para ti, pequeña, tú sabes que significa todo)

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