jueves, 16 de diciembre de 2010

Fisting

una vez presencie una escena muy parecida a esta. pero no era una rubia tetona sino un gordo seboso. estaba recargado, sentado contra un muro, cuando una enorme rata, más parecidaa un canguro comenzó a mordisquear la tela gris de sus pantalones. segundos después había tragado completa la prenda para empezar a roer, como un destapa corchos, la gruesa capa de grasa y piel que cubría los delgados huesos.

la habitación amarilla comenzó a llenarse de un aroma pesado. nuestras fosas nasales se llenaron de un sustancia aceitosa. las lágrimas de nuestros ojos brotaron como pesados grumos. y nuestra risa apestaba.

entonces la rata llegó hasta el blanco del fémur. y el gordo comenzó a gemir como un cerdo. los sonidos guturales de su abdomen coincidían con aterradora precisión con las variaciones de la canción que sonaba en el estéreo. CMYK de James Blake. comenzamos a bailar. las pastillas comenzaban su embrujo mineral en nuestras cortezas y nuestros genitales se elevaban como puños delgados hacia el firmamento.

el pobre gordo suplicaba por un blowjob o un handjob o un fisting. pero nadie escucho sus plegarias. y el santo del altar, rodeado de veladoras e incienso no tuvo escapatoria. la rata seguía avanzando. sus dientecillos rojos, sus bigotes ensebados. avanzó por los muslos, tragando vellos venas y tejido negro. el gordo comenzaba a pudrirse en el silencio de la música y la castidad impuesta. la rata engordaba con furia, aprendía con cada mordida un nueva palabra. el obeso se quedó sin letras y aprendió con pena lenguaje de sordos.

fue cerca del amanecer cuando la rata llegó al pene en forma de cacahuate. lo reventó con un ligero apretón de sus colmillos torcidos. el obeso ya no tenía aíre en los pulmones ni electricidad en los nervios. así que nadie se dio cuenta. sólo una niña, de mejillas inflamadas y cabellera de puntas abiertas se apiadó de la imagen. con engaños apartó a la rata del hueco donde horas antes estaban los genitales, con todas las fuerzas de sus regordetes brazos puso bocabajo al gordo y con toda la furia de su conmiseración introdujo su puño cerrado entre los glúteos repletos de granos. se volvieron a escuchar sonidos, gemidos primero, sílabas perdidas después. al final, él pudo soltar un gracias repleto de arena. y ella sacó su mano repleta de bendiciones y elogios. ella era la más hermosa, la más pura y más santa.

la rata, indignada por la charada, se tragó a los dos. la digestión duró algunos meses, para cuando la masa amorosa llego al recto, de ambos cuerpos solo quedaba un agrio recuerdo graso. entonces un montón de mierda gris cayó en picado contra el piso de madera. y la rata, con su tamaño visiblemente disminuido, huyó a su agujero.

no me pregunten que pasó con los amorosos convertidos en mierda. para cuando se evaporó la última gota de aceite, yo ya estaba despierto.

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